Somos únicos y, al mismo
tiempo, universales. He aquí las dos caras de nuestro ser. La
conciencia de la unidad universal que somos puede emerger, por
ejemplo, meditando sobre el hecho de que el sol, la tierra o el aire
nos constituyen tanto como nuestro corazón o cerebro, ya que sin
aquellos, al igual que sin estos, sencillamente, no podemos vivir,
"no somos". El hecho de que somos unicidad concreta se
puede captar, por ejemplo, reflexionando sobre el hecho de que cada
ser es diferente e irrepetible, desempeña un papel único y no puede
desprenderse de su existencia concreta.